Descripción
LA CANTANTE
EVA
Entre el gemido orgásmico que gestó mi existencia, el chillido primigenio, ya emitido con mi propia voz, tras abandonar la cueva sagrada del útero materno y cristalizarse mi presencia ante el mundo, y el estertor postrero que me devolverá a los brazos de la gran madre, de nuevo al abrazo de la oscuridad y la caricia del silencio, la única constante que me acompaña es el sonido, el latido de mi corazón, y mi voz que susurra, que se queja, que estalla en carcajadas de júbilo, que, como un torrente imparable nace en mi vientre y escupe su rabia y su cólera, purificando a su paso todo lo que se agarra a mis células con intenciones destructivas. La voz cantada nos convierte en sacerdotes de nuestro propio templo, nace de nuestro centro, de lugar más íntimo y sagrado que se alberga justo detrás del ombligo, es una emanación única e irrepetible de la concentración atómica primigenia que ahí se conserva. Cada vez que cantamos, tomamos aire como por vez primera, y la voz, como una entidad autónoma, nace cada vez distinta de nuestro seno para recorrer los recovecos del cuerpo depositando su ofrenda en cada célula, recolectando todos sus tesoros y entregándolos al mundo, en acto sacrificial que nos vuelve tan vulnerables como divinos. Soy hija de la oscuridad de la tierra y del destello lunar. Su luz desciende a mí como un sonido, se deposita en mi mente y resbala como plata líquida por mis oídos, susurrándome sus secretos designios. Cada noche la luna me regala sus pendientes de plata, forjada con el fuego del rayo que una sacerdotisa blande con sus pequeñas pero implacables manos, hermana alquimista cuyo nombre es Núria.
LA ropa Txell Miras
LA fotografia Joana Arribas
LA directora de arte Nuria Bacardit
LA mentora Silvine Castellví
LA mano derecha Vir Bruno
LA web Lidia Muñoz